jueves, 5 de junio de 2008

costarriqueñismos

Seis de la mañana de un día cualquiera:
Siete iguales caminamos hacia el oeste de la capital josefina estudiando el paisaje y tratando de dar con el motivo de aquel color gris oscuro que la pinta. Por el camino topamos con la vaquita Gladdys Melissa posando triste sin su espejo y sin una parte de su casa. Al mismo tiempo caminan otros siete -también iguales- hacia el este, gozando y admirando el acto costarricense de uno de ellos al patear la cerca verde de la Atrevida Besadora, dejándola acostada sobre el adoquín del boulevard.

Una y pico de la tarde del mismo día:
Estoy sentado en el asiento roto de un bus. La parte trasera del asiento de mi  frente tiene tatuado algunas frases. En ellas interpreto algunas razones de nuestro deterioro identitario. Y un número doce como firma. Indignado y dudoso asomo mi cabeza hacia la calle por la rendija de la ventana. Veo un niño que aspira el último sorbo del hiC que queda dentro de la caja. El niño, frente a los ojos de su madre arroja la caja vacía sobre el suelo que lo sostiene. Ella, con cara de gorda loca peluda en las axilas no le dice nada.

¡ahhhhh charita!

JLaraya



foto: crhoy

1 comentario:

Unknown dijo...

charita que eso es lo que mas se ve en nuestras calles... pero todavia quedan algunas esquinas, algunos muritos en una parada, toda tatuada sí... pero donde lo gris se combierte en amarillo brillante y cielo celeste mar... y ahí, todo eso no importa!!!